martes, 20 de septiembre de 2016

LA SIMPATIA POR TU PUERTA








El principio de simpatía es el que hace que tendamos a estar de acuerdo con las personas que conocemos, con las que nos identificamos y las que nos caen simpáticas y a aceptar sus propuestas aunque éstas no sean las que más nos convengan.
El principio de la simpatía puede ser aumentado mediante tres factores:
  • El atractivo físico. Esto está relacionado con el EFECTO HALO 
  • La semejanza. Tenemos una mayor tendencia a aceptar las propuestas de personas con las que compartimos rasgos comunes.
  • El elogio. Sentimos mayor simpatía por aquellas personas que nos elogian, siempre que no sea de forma artificial o exagerada.

Ejemplos del principio de simpatía

Al igual que sucede con el resto de los principios de influencia, el principio de simpatía es de los más utilizados en el mundo del marketing y la publicidad. Los expertos en este campo no dudan en explotar este principio. Los vendedores expertos tampoco dudan en adularnos sutilmente e intentar compartir intereses (muchas veces de forma fingida) para lograr su objetivo de vendernos algún producto o servicio.
El principio de simpatía es uno de los más utilizados en la política para obtener el voto de los ciudadanos. Por desgracia, muchos ciudadanos no votan al candidato más idóneo para llevar a cabo su deber de gestionar el país de forma eficiente, sino que muchos optan por votar al candidato con el que más se identifican o que les cae más simpático. Los políticos lo saben, por eso se preocupan tanto de cuidar su imagen y tienen como prioridad “conectar” con los ciudadanos en vez de solucionar los problemas del país.
El principio de simpatía también nos puede afectar en el mundo de la inversión en bolsa. Los ahorradores suelen tener una especial predilección por invertir su capital en empresas que les caen simpáticas o que compiten en un sector atractivo o que está de moda, sin importar su valoración. El problema es que esas empresas suelen estar sobrevaloradas en muchos casos, lo que las convierte en malas inversiones. Es mucho más fácil encontrar valor en empresas que parecen “a priori” menos atractivas, pero que tienen una gran fortaleza competitiva.